Cuando se enfrenta una terminada o un simple 'gracias por todo', muchas cosas se vienen a la mente, infinidad de sentimientos y recuerdos, e incluso se vive una especie de shock en el que no se puede siquiera identificar qué tan bajo podremos llegar a caer.
Alguien decía que entre el dolor por una decepción amorosa y el ridículo, hay una frontera demasiado delgada, la cual se cruza con una facilidad infinita, y es necesario reconocer que generalmente las mujeres pasamos por ésta muchas más veces que los hombres.
No se trata de que ellos no sientan, simplemente el carácter depresivo y exagerado, que acompaña al sexo femenino le otorga un color más oscuro del que ya por sí tiene.
Muchas mujeres, entre las que me incluyo, más de una vez le hemos llorado al tipo en cuestión, e incluso en el peor de los casos, pensamos que la mejor opción es preguntar constantemente si nos aman, cuándo es evidente que hace mucho nos dejaron de amar, o en el peor de los casos nunca lo hicieron.
Y no nos engañemos, por más fuertes o centradas, que nos consideremos, todas en algún momento de la vida hemos hecho 'show'. A la final, el amor siempre saca lo mejor y lo peor de nosotros mismos, es por eso que cuando el hombre que creemos ideal nos lleva al límite, no hay más remedio que demostrarle a la vida y al sujeto en cuestión, que SI estamos endemoniadamente lastimadas.
Pero sería ideal que en aquellos instantes, nos y les recordáramos que una 'tusa' es exactamente igual a un duelo, se viven diferentes etapas, todas iguales de importantes; pero que a la final, nos demuestran que la dignidad y el amor propio no pelean con nadie.
En conclusión, el adiós duele pero no te mata; genera niveles de ira, desazón, decepción y un deseo de no volverse a enamorar nunca más, pero lo que puedo asegurar y hasta jurar, es que jamás volvemos a ser las mismas, y esta condición permite que entendamos, lo que muchos repiten hasta el cansancio: "Lo que no me mata, me fortalece".
Pero todo no se trata de una especie de optimismo desmedido, pues perdonar no es una tarea tan fácil como pretenden mostrarlo en la Biblia (Yo aún no lo logro y quizás jamás lo haga), pero al menos soy realista y radical, uso mi razón para entender que siempre vienen cosas mejores o peores, pero al menos siempre serán diferentes.
Reconozco que la acidez, tan característica en mi, después de haber terminado con el que yo consideraba el hombre de mi vida, se aumentó en porcentajes desmedidos, pero a su vez logró que entendiera que no existe nada ni nadie que me derrumbe. Es decir, cada día lo vivo con una frase en la mente: "O es el y su mundo, o soy yo y el mío", evidentemente cada mañana sigue ganando la segunda opción.
Con este post simplemente espero que mi experiencia sirva a aquellas mujeres que quizás estén viviendo una situación similar, y lo que si puedo asegurarles es que la distancia cura TODO y el dolor borra cualquier sentimiento de amor existente. Y cómo no falta el que diga o me acuse de que todavía se siente dolor o que es evidente que estoy ardida con el género masculino, sin vacilar respondo lo siguiente: ¡SI Y QUÉ!
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