"Usted es una rabona" "No imagino el día que usted de verdad se derrita por alguien" Estas son palabras que escucho comunmente en mi vida personal, no importa los intentos que haga para parecer una niña medianamente tierna o normal, porque cada vez entiendo que definitivamente o mi pasado fue bien patético, o simplemente, no me hallo cortando florecitas y sorprendiéndome con un serenata mal cantada.
Sin embargo, tengo que reconocer que aunque no sepa ni cómo se entrega una chocolatina y aún cuando no me gusten las cursis comedias románticas, o no tenga la menor idea de cómo se dice un te quiero, en este momento de mi vida existe un personaje al que quisiera decirle lo mucho que me fascina y cuánto me excita cada movimiento que haga con su cuerpo, por más inocente que parezca.
Sus ojos me producen un deseo incontrolable de mirarlo como si se tratara de esos escenarios de la naturaleza que uno no quiere dejar de ver, ni siquiera en los fríos mas espantosos. Su piel morena y suave me hace anhelar tocarlo aún cuando duerme, las piernas que se ven a través de sus jeans, me hacen pensar qué podrá ser tenerlas encima de las mías y sus labios son perfectos, ni muy rojos, ni muy rosados, delgados, tiernos, pero a su vez fuertes; a todo esto debemos sumarle que al hablar lo hace con la autoridad necesaria, tal como me gusta a mi, además es tan pilo que descresta. Y si, tienen razón me gustan tan o mas rabones que yo.
A todo este escenario debemos sumarle que es de esos hombres que las palabras le fluyen como lo hace el picante a la buena comida. Es decir, me provoca tenerlo una o varias noches y no para rezar el rosario, pero como dicen mis amigos mas allegados, las camas esconden secretos y las ganas simplemente explotan algún día o simplemente se camuflan por un bien común. Aún así, se podría decir que es la combinación entre lujuria, sexo, inteligencia, placer y una buena dosis de ternura, cuando es necesaria.
Pero como a mi no me puede gustar lo natural, normal y permitido, pues esta no podía ser la excepción, pero como a la final no lo quiero para casarme, pues reconoceré ante él mismo que si llevo varias noches fantaseando con ese sexo que de tierno tiene bien poco, y me quedo con todos esos sentimientos que por mi carácter son escondidos y manejados con facilidad. En definitiva, gracias Dios por no hacerme morronga.
Sin embargo, tengo que reconocer que aunque no sepa ni cómo se entrega una chocolatina y aún cuando no me gusten las cursis comedias románticas, o no tenga la menor idea de cómo se dice un te quiero, en este momento de mi vida existe un personaje al que quisiera decirle lo mucho que me fascina y cuánto me excita cada movimiento que haga con su cuerpo, por más inocente que parezca.
Sus ojos me producen un deseo incontrolable de mirarlo como si se tratara de esos escenarios de la naturaleza que uno no quiere dejar de ver, ni siquiera en los fríos mas espantosos. Su piel morena y suave me hace anhelar tocarlo aún cuando duerme, las piernas que se ven a través de sus jeans, me hacen pensar qué podrá ser tenerlas encima de las mías y sus labios son perfectos, ni muy rojos, ni muy rosados, delgados, tiernos, pero a su vez fuertes; a todo esto debemos sumarle que al hablar lo hace con la autoridad necesaria, tal como me gusta a mi, además es tan pilo que descresta. Y si, tienen razón me gustan tan o mas rabones que yo.
A todo este escenario debemos sumarle que es de esos hombres que las palabras le fluyen como lo hace el picante a la buena comida. Es decir, me provoca tenerlo una o varias noches y no para rezar el rosario, pero como dicen mis amigos mas allegados, las camas esconden secretos y las ganas simplemente explotan algún día o simplemente se camuflan por un bien común. Aún así, se podría decir que es la combinación entre lujuria, sexo, inteligencia, placer y una buena dosis de ternura, cuando es necesaria.
Pero como a mi no me puede gustar lo natural, normal y permitido, pues esta no podía ser la excepción, pero como a la final no lo quiero para casarme, pues reconoceré ante él mismo que si llevo varias noches fantaseando con ese sexo que de tierno tiene bien poco, y me quedo con todos esos sentimientos que por mi carácter son escondidos y manejados con facilidad. En definitiva, gracias Dios por no hacerme morronga.
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