Suelo no escribir sobre ciertos proyectos que emprendo, porque con el tiempo uno aprende a descubrir que la envidia es una cosa muy brava que aunque uno quisiera que no le afectara, de una u otra forma si llega a alguna parte del corazón, solo que aprendemos a convivir con ella.
Pero quizás sea porque me estoy acercando a los treinta o porque me cansé de dar explicaciones, decidí hablar de algo que incluso me ha generado cuentas falsas (parodias) en Twitter, comentarios ofensivos, denigrantes en algunos casos, que contrario al efecto buscado lograron que me enfocara con más fuerza en seguir mi proceso.
Pues bien, hago referencia a la lucha desde que soy una adolescente por bajar de peso, si fui de las "superficiales" que soñaba con ser más y más delgada, que no me sentía orgullosa de mi talla, fui talla catorce, gracias a Dios siempre me destacaba por mi cara y pelo, porque de lo contrario mi adolescencia hubiera sido nefasta.
No caí en enfermedades como la anorexia o bulimia, porque si era bien consciente que no iba a arriesgar mi salud y mucho menos pretendía que mis padres sufrieran por mi, en el mundo nadie, repito NADIE, me importa tanto como ellos.
Pero los comentarios ofensivos, no las críticas constructivas, me llegaban como el Iceberg que destruyó el TITANIC, porque a veces la gente no sabe cómo uno recibe ciertas cosas, pero en mi mente iban quedando muchas cosas, sabía que así no era cómo quería verme, no me gustaba lo que veía en el espejo. ERA ASÍ DE SIMPLE, sé que muchas personas al leer esto dirán que no me quería, respetaba y demás, pues no, todo lo contrario, me amaba tanto que sabía que este cuerpo no era el que yo quería.
Sin embargo, cabe mencionar que las críticas constructivas fueron las que con el tiempo me hicieron entender que era hora de dejar de quejarme y ACTUAR, que no sería fácil, que me dolería todo, pero había que empezar y YA.
A estas alturas tenía 18 años y pesaba 80 kilos, si ochenta, era bien gordita y no quería más, así que decidí meterme al gimnasio, hacer dieta y hacerme masajes, mesoterapias, etcétera; en este proceso duré cinco años, entrenando seis horas diarias de domingo a domingo, claro que bajé, pero pague un precio demasiado alto, el resultado: Hipoglicemia y tendinitis.
Por motivos personales dejé de entrenar y obvio todo volvió a empezar no llegué a subirme tanto de nuevo, pero eso si, volví a ver kilos de más, comía mal, olvidé lo que me había llevado tanto tiempo entender ¿que más esperaba?
Hace un año luego de una tusa, SI NO ME DA PENA RECONOCERLO, empecé a ver unas fotos mías y luego de hablar con dos de mis mejores amigas, me di cuenta que otra vez estaba gorda, nuevamente entendí que esto no era lo que yo quería, así que pensé si cuando era adolescente lo logré, esta vez no sería diferente.
Lo primero que hice fue quitar la comida chatarra, el azúcar, paquetes, fritos, procesados, comer una sola harina al almuerzo, consumir mucha fruta entre comidas y beber mucha agua. El resultado: Los pantalones ya me quedaban grandes, se me empezó a ver algo de cintura, el abdomen otra vez volvía a recuperar algo de su forma.
Pero yo quería aún más, así que hablé con una de mis mejores amigas que conoce de este tema, le confesé que no me sentía bien aún a pesar de los resultados, que ya era hora de volver a entrenar, pero con resultados reales, entonces ella me recomendó contactar a un entrenador personalizado y es aquí donde aparece el señor Andrés Ramírez, alias @ramboCriollo, de una me escuchó todas mis historias, me creó una rutina, me dio mi asesoría de alimentación, me enseñó los ejercicios, corrigió todo lo que había hecho mal en el pasado y sobre todo me inspiró para no perder el entusiasmo, él siempre dice que gran parte del avance es por mi disciplina y pues SI ese es mi mérito, soy de las que si algo se me mete en la cabeza jamás descanso hasta lograrlo.
Gracias a sus clases de TRX y demás combinaciones de ejercicios los fines de semana, más los días juiciosos de gimnasio, aún cuando llegaba exhausta de la oficina después de hora y media de trancón, empecé a ver los resultados, por fin me sentía bien con lo que estaba viendo en el espejo.
Me ha escuchado decir todos los madrazos del universo, me ha visto adolorida, cambiar mi ritmo de vida y ha observado como ahora lo más importante de mi fin de semana son sus clases.
Los resultados después del mes y medio que llevo entrenando con él son los siguientes:
1. Los que me rodean por fin después de AÑOS, me dicen: Meg, estás flaca ¿qué diablos estás haciendo?
2. Me tocó comprar nueva ropa.
3. Los músculos que antes no se marcaban ahora si SE MARCAN.
4. Los ejercicios que antes no soñaba si quiera lograr hacer, por fin los estoy haciendo y BIEN.
Pero dicen que cuando uno tiene un entrenador personalizado no hay mejor premio que él le diga a uno espontáneamente: "Ya se te ve más delgada", palabras sencillas que le hacen pensar a uno: "Los esfuerzos si dan resultado, hay que seguir".
Si por mi fuera entrenaría los siete días de la semana pero por mi trabajo no puedo, generalmente entreno de cuatro a cinco días a la semana, pero el tiempo que duro haciendo ejercicio no me distraigo, tengo mi objetivo claro, no sé si me demore años, meses o lo que sea, solo sé que seguiré trabajando.
Cada vez que me canso, me duele el cuerpo o llego cansada de alguna clase, me digo a mi misma: Jamás volveré a ser esa niña que no le gustaba lo que veía en el espejo. JAMÁS.
Pero quizás sea porque me estoy acercando a los treinta o porque me cansé de dar explicaciones, decidí hablar de algo que incluso me ha generado cuentas falsas (parodias) en Twitter, comentarios ofensivos, denigrantes en algunos casos, que contrario al efecto buscado lograron que me enfocara con más fuerza en seguir mi proceso.
Pues bien, hago referencia a la lucha desde que soy una adolescente por bajar de peso, si fui de las "superficiales" que soñaba con ser más y más delgada, que no me sentía orgullosa de mi talla, fui talla catorce, gracias a Dios siempre me destacaba por mi cara y pelo, porque de lo contrario mi adolescencia hubiera sido nefasta.
No caí en enfermedades como la anorexia o bulimia, porque si era bien consciente que no iba a arriesgar mi salud y mucho menos pretendía que mis padres sufrieran por mi, en el mundo nadie, repito NADIE, me importa tanto como ellos.
Pero los comentarios ofensivos, no las críticas constructivas, me llegaban como el Iceberg que destruyó el TITANIC, porque a veces la gente no sabe cómo uno recibe ciertas cosas, pero en mi mente iban quedando muchas cosas, sabía que así no era cómo quería verme, no me gustaba lo que veía en el espejo. ERA ASÍ DE SIMPLE, sé que muchas personas al leer esto dirán que no me quería, respetaba y demás, pues no, todo lo contrario, me amaba tanto que sabía que este cuerpo no era el que yo quería.
Sin embargo, cabe mencionar que las críticas constructivas fueron las que con el tiempo me hicieron entender que era hora de dejar de quejarme y ACTUAR, que no sería fácil, que me dolería todo, pero había que empezar y YA.
A estas alturas tenía 18 años y pesaba 80 kilos, si ochenta, era bien gordita y no quería más, así que decidí meterme al gimnasio, hacer dieta y hacerme masajes, mesoterapias, etcétera; en este proceso duré cinco años, entrenando seis horas diarias de domingo a domingo, claro que bajé, pero pague un precio demasiado alto, el resultado: Hipoglicemia y tendinitis.
Por motivos personales dejé de entrenar y obvio todo volvió a empezar no llegué a subirme tanto de nuevo, pero eso si, volví a ver kilos de más, comía mal, olvidé lo que me había llevado tanto tiempo entender ¿que más esperaba?
Hace un año luego de una tusa, SI NO ME DA PENA RECONOCERLO, empecé a ver unas fotos mías y luego de hablar con dos de mis mejores amigas, me di cuenta que otra vez estaba gorda, nuevamente entendí que esto no era lo que yo quería, así que pensé si cuando era adolescente lo logré, esta vez no sería diferente.
Lo primero que hice fue quitar la comida chatarra, el azúcar, paquetes, fritos, procesados, comer una sola harina al almuerzo, consumir mucha fruta entre comidas y beber mucha agua. El resultado: Los pantalones ya me quedaban grandes, se me empezó a ver algo de cintura, el abdomen otra vez volvía a recuperar algo de su forma.
Pero yo quería aún más, así que hablé con una de mis mejores amigas que conoce de este tema, le confesé que no me sentía bien aún a pesar de los resultados, que ya era hora de volver a entrenar, pero con resultados reales, entonces ella me recomendó contactar a un entrenador personalizado y es aquí donde aparece el señor Andrés Ramírez, alias @ramboCriollo, de una me escuchó todas mis historias, me creó una rutina, me dio mi asesoría de alimentación, me enseñó los ejercicios, corrigió todo lo que había hecho mal en el pasado y sobre todo me inspiró para no perder el entusiasmo, él siempre dice que gran parte del avance es por mi disciplina y pues SI ese es mi mérito, soy de las que si algo se me mete en la cabeza jamás descanso hasta lograrlo.
Gracias a sus clases de TRX y demás combinaciones de ejercicios los fines de semana, más los días juiciosos de gimnasio, aún cuando llegaba exhausta de la oficina después de hora y media de trancón, empecé a ver los resultados, por fin me sentía bien con lo que estaba viendo en el espejo.
Me ha escuchado decir todos los madrazos del universo, me ha visto adolorida, cambiar mi ritmo de vida y ha observado como ahora lo más importante de mi fin de semana son sus clases.
Los resultados después del mes y medio que llevo entrenando con él son los siguientes:
1. Los que me rodean por fin después de AÑOS, me dicen: Meg, estás flaca ¿qué diablos estás haciendo?
2. Me tocó comprar nueva ropa.
3. Los músculos que antes no se marcaban ahora si SE MARCAN.
4. Los ejercicios que antes no soñaba si quiera lograr hacer, por fin los estoy haciendo y BIEN.
Pero dicen que cuando uno tiene un entrenador personalizado no hay mejor premio que él le diga a uno espontáneamente: "Ya se te ve más delgada", palabras sencillas que le hacen pensar a uno: "Los esfuerzos si dan resultado, hay que seguir".
Si por mi fuera entrenaría los siete días de la semana pero por mi trabajo no puedo, generalmente entreno de cuatro a cinco días a la semana, pero el tiempo que duro haciendo ejercicio no me distraigo, tengo mi objetivo claro, no sé si me demore años, meses o lo que sea, solo sé que seguiré trabajando.
Cada vez que me canso, me duele el cuerpo o llego cansada de alguna clase, me digo a mi misma: Jamás volveré a ser esa niña que no le gustaba lo que veía en el espejo. JAMÁS.
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