
Las palabras han sido durante muchos años, la mejor forma de expresar todo lo que hay en el interior de cada ser, en el mundo, e incluso en la sociedad en general, de hecho, se supondría que la mejor forma de expresión en cualquier suceso cotidiano es la oralidad, pero con el paso del tiempo eso ha cambiado, a tal punto, que ahora, hablar se ha convertido en uno de los sucesos más complicados.
Ejercer la capacidad del habla ahora es tan difícil, como lo era en un tiempo, el saber prender un computador y entender todo lo que éste traía. Y es que a veces hablar no sólo requiere hallar las palabras perfectas, sino también entender el contexto en él que se está viviendo, y como si esto fuera poco se necesita asimilar que muchas veces la intención del mensaje que queremos transmitir, no llega de la forma correcta.
Cuando entramos a hablar del plano emocional y sentimental, el panorama del habla parece oscurecerse del todo, y es que muchas veces las palabras hasta sobran, entonces, el silencio se convierte en el rey invencible en muchas situaciones donde la confianza ya se ha perdido, o en aquellas donde las frases de siempre se vuelven monótonas y hasta extremadamente estresantes.
Pero lo que más influye en este tipo de situaciones cotidianas y emocionales, es el orgullo, la supuesta dignidad y esas barreras o "paredes de hielo" que cada ser decide construir para no ser lastimado, lo que no se tiene en cuenta es que muchas veces esas "corazas" solo dejan a la persona, un futuro en soledad y con una cantidad de remordimientos, que ni siquiera son canalizados de la forma correcta, entonces en ese punto, me pregunto:
¿EN VERDAD VALE LA PENA COHIBIRSE DE TANTAS EMOCIONES SÓLO POR MIEDO A SER LASTIMADO?
¿Qué sentido tiene vivir pensando que todos aquellos que se nos acercan en el camino de la vida, sólo nos van a lastimar? de ser así, entonces, lo mejor sería que ni saliéramos de la casa, porque hasta el más mínimo roce entre los seres humanos, podría lastimar nuestra integridad. Es hora de vivir pensando que hoy estamos vivos, pero mañana, no sabemos si estaremos o si el mundo que acostumbramos a ver, seguirá en pie.
Es claro, que no podemos confiar en lo primero que conocemos, pues como dice la popular frase "ojos vemos corazones no sabemos", pero de igual forma, no podemos pretender que se nos de todo a pedir de boca, pues como dice mi señora madre: "A Dios no le interesa que Ud. sea feliz, sino que aprenda", sentencia que antes criticaba, hoy se ha convertido en mi máxima de vida, pues, muchas veces nuestra mayor realización personal, está bastante lejos de lo que suponemos merecemos o queremos tener,
Entonces, sin duda alguna y haciendo honor a mi profesión -Comunicación Social y Periodismo- abogo por una cotidianidad donde nos sea más fácil expresar lo que se siente, para que así empecemos a vencer los silencios que solo dificultan la integridad humanista.
En especial, es necesario recordar que cada persona que aparece en nuestra vida, no es obra de la casualidad, sino más bien de la causalidad, sin importar el cómo, cuándo, o el dónde, siempre llega alguien que deja enseñanzas, que derriba las paredes de hielo; que mueve, transforma y evoluciona nuestro supuesto mundo casi "perfecto".
El punto real es definir si estamos de verdad preparados para recibir a ese alguien que nos muestra el mundo al que cerramos las puertas por comodidad e inseguridad.
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